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Desde ya les agradezco a todos y pido disculpas si no se agrega la fuente por que muchos correos no la poseen y para no cometer errores no se agrega pero en este pequeño equipo estamos muy agradecidos para con todos. Muchísimas Gracias a todos en general por su valiosa información y por su cordial atención.

Equipo Infinito.



viernes, 11 de diciembre de 2015

¿Fue Culpa De Satán? El Curioso Caso De Los Demonios Llevados a Juicio.

Coloquial mente, la expresión “se lo llevó el diablo” o “el diablo se apoderó de él” se utiliza para referirse a situaciones en las que una persona, de manera inexplicable, se comporta violentamente (llegando a dañar a sus seres más queridos). Normalmente se entiende que la persona no fue realmente poseída, sino que perdió control sobre sus acciones y se dejó llevar por los sentimientos. Pero en 1981, en la costa oriental norteamericana, esta consigna se volvió un caso literal.

La historia comienza en un barrio tranquilo, pacífico y un tanto pudiente llamado Brookfield, en la ciudad de Connecticut. Se trataba de una población pequeña y tranquila a la que hace algunas semanas había llegado la familia Glatzel para arreglar una casa que compraron poco tiempo atrás y pensaban arrendar. Pero poco después de su llegada una serie de eventos extraños comenzaron a alterar la tranquilidad del vecindario.

El primer evento sería una caída particularmente fuerte de David, el menor de la familia (a la sazón con 11 años de edad) en su cama. Su madre, Judy Glatzet, afirmaría que parecía como si alguien hubiera empujado al niño con fuerza¸ versión que David confirmaría diciendo, incluso, que se trató de un anciano con piel quemada, que antes de empujarlo le advirtió: “¡tengan cuidado!”.

Aunque originalmente la familia pensó que se trataba de la imaginación del niño, con el tiempo las cosas empezaron a ponerse peor y peor para él. El pequeño comenzó a levantarse a horas de la noche llorando desconsoladamente: cuando sus padres le preguntaban qué había sucedido relataba la visita de un anciano horrible, con ojos negros carentes de alma, rasgos animales, pezuñas y dientes y orejas puntiagudos.

De acuerdo con el niño, el extraño le advertía permanentemente que si se mudaban a este hogar, sufrirían un daño irremediable. Para preocupación de los padres, las visitas no hicieron sino aumentar y poco tiempo después estaban sucediendo a plena luz del día. Allí, según David, no se trataba de la misma figura demoníaca, sino de un anciano de barba blanca que le hablaba – a veces en idiomas desconocidos – y amenazaba con robarle su alma. De la mano con las historias del niño, la familia comenzó a ser testigo de más y más eventos paranormales en su hogar.

El niño comenzó a aparecer con cortadas en su rostro, así como pequeños raspones en todo su cuerpo. Los terrores nocturnos empeoraron y llegó un punto en el que se despertaba prácticamente todas las noches gritando. Curiosamente, David subió más de 25 kilogramos en pocos meses, llegando a un serio estado de sobrepeso. La familia terminó por convencerse de que algo malo estaba pasando y decidió buscar ayuda en una iglesia católica de la región.

El padre de la Iglesia de San José de Brookfield realizó una labor de sanación, pero las cosas siguieron como antes. Entonces, la iglesia recomendó a la desesperada familia Glatzel la asesoría de dos demonólogos, especializados en el tema: sus nombres eran Ed y Lorraine Warren. Apenas llegó la pareja a la vida de la familia, los eventos parecieron empeorar.

Los Warren mantuvieron un cercano seguimiento del caso de David, y notaron que además de los golpes, las heridas y las apariciones el muchacho solía presentar episodios temporales de posesión en los que citaba frases de la biblia, en ocasiones con voces que no eran la suya. Así mismo, fue necesario mantenerlo bajo control estricto pues sus episodios epilépticos comenzaron a representar un peligro para él y el resto de su familia.

La familia, con ayuda de varios clérigos católicos, comenzó a realizar una serie de exorcismos con la esperanza de recuperar a su pequeño, pero nada parecía funcionar. En los exorcismos quedó claro que se trataba de varios demonios (en una sola sesión el muchacho nombró 43) y que no iban a abandonar tan fácilmente el cuerpo del joven.

Fue entonces cuando Deborah (la hija mayor de la familia, de 26 años) le suplicó a su prometido Arne Cheyenne Johnson, que se mudara con ellos para dar algo de apoyo a la familia. El joven pronto comenzó a agotarse por la situación y a retar a los demonios del niño, gritándoles repetidamente que si tenían valor intentaran poseerlo a él. En este momento sus palabras, fruto de la frustración, no parecieron más que frases vanas.

Pero pronto quedaría claro que los demonios se tomarían muy en serio su desafío. De acuerdo con el relato de Johnson, en uno de los episodios de posesión vería los demonios al mirar a los ojos de David (algo que la familia le había advertido que jamás hiciera). Poco tiempo después sufrió un accidente del cual culpó a los demonios que supuestamente habrían tomado control de su vehículo. Esto sucedió en torno a noviembre de 1980.

Deborah tomó entonces la decisión de mudarse con su prometido, pero Arne pronto comenzaría a mostrar cambios abruptos de comportamiento (que no eran naturales en él) y a reaccionar con ira ante pequeñeces. El joven también comenzó a sufrir de episodios epilépticos semejantes a los de David algunos meses atrás. Deborah comenzó a preocuparse y a pensar en un posible campo de acción para evitar que los hechos de su hogar se repitieran.

Pero antes de que pudiera hacer nada, sobrevino la catástrofe.

La pareja habría salido a una fiesta con Alan Bono, su arrendador, y según las evidencias todos habrían tomado bastante alcohol. Ya en casa, una pelea llevó a Arne a entrar en uno de sus trances y a apuñalar a Bono repetidas veces, tras lo cual se dio a la fuga. Cuando la policía lo capturó (bajo acusación de homicidio, porque Bono no había sobrevivido), afirmó no recordar nada del asunto.

Su caso saltó a la fama cuando su abogada (con su familia y los Warren como testigos) de hecho le apuntó a utilizar la teoría de la posesión como base de la defensa del acusado. Esto no tenía precedentes en el sistema legal norteamericano, pero la abogada afirmó que dos casos así se habían resuelto de manera favorable en el Reino Unido.


Lamentablemente para Arne el juez consideró que la posesión no era una causa legítima y no podía probarse objetivamente, por lo que condenó al acusado a 20 años de prisión. Sin embargo, el caso quedó como la única vez que se ha intentado culpar, en juicio,al Demonio de un asesinato.

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