La llamada Condesa sangrienta, quien gustaba de bañarse en la sangre fresca de doncellas jóvenes en la Hungría de inicios del siglo XVII, fue procesada por sus crímenes a partir de 1612 en un juicio que sacó a relucir todos sus horrores y excesos. Sus ayudantes fueron decapitados y se quemaron sus restos, sin contar a las brujas que figuraban en su corte, quienes sufrieron atroces tormentos antes de morir en la hoguera. Ella, sin embargo, no podía sufrir una condena así de grave porque pertenecía a la nobleza de su país. Fue recluida en una habitación de su propio castillo, que sellaron por completo con ladrillos, dejando sólo una abertura para introducir sus alimentos. Aunque algunos nobles consintieron en que fuera ejecutada, la fecha se aplazó y el acto no llegó a consumarse. Falleció por causas naturales el 21 de agosto de 1614.
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