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miércoles, 8 de junio de 2011

El Ataque Japonés a Pearl Harbor



¿Fue una trampa tendida por Roosevelt?

El 7 de diciembre de 1941, un sorpresivo ataque efectuado por la aviación japonesa destruyó la escuadra norteamericana del Pacífico, en su base de Pearl Harbor. La facilidad con que logró el éxito hizo surgir una duda:
¿Roosevelt habría dejado deliberadamente el camino libre a los japoneses a fin de vencer las reticencias de los norteamericanos a entrar en la guerra?

A las 07:55 hora local, en la quietud de la mañana dominical, la gente se despierta lentamente en la base norteamericana de Pearl Harbor, situada en la isla de Cahu, en el corazón del archipiélago de Hawai. Repentinamente, un zumbido atronador rompe la calma y un diluvio de hierro y fuego cae del cielo: 183 aviones japoneses están bombardeando la base.

La guerra se transforma en un conflicto mundial
Después de la eliminación, en 1939, de Polonia, 1940 es un año de guerras relámpago en Europa occidental. Pero en 1941 la guerra se transforma realmente en un conflicto mundial. Ante la resistencia de Gran Bretaña, Hitler cambia de estrategia y para ayudar a los italianos, envía en marzo a África al Afrika Korps del general Römnel. Invade Yugoslavia y Grecia en abril y, por sobre todo, pone en marcha el 22 de junio el plan Barbarroja y ataca a la Unión Soviética. En forma paralela, los Estados Unidos se comprometen y prestan un apoyo cada vez más activo a Gran Bretaña, a la que entregan material bélico gracias a una ley sobre préstamo y arrendamiento. El 14 de agosto de 1941. Churchill y Roosevelt firman la Carta del Atlántico. El ataque japonés a Pearl Harbor termina por globalizar el conflicto. De ahora en adelante, una Gran Alianza une a los Estados Unidos con el Reino Unido y la Unión Soviética en contra de los poderes del Eje.

Un ataque fulminante
El pánico reemplaza a la incredulidad y la sorpresa es total. Bajo las bombas y los torpedos, los acorazados, cruceros y destructores de la flota norteamericana en el Pacifico, se incendian o zozobran. La aviación queda atrapada en tierra, impotente, mientras los hangares y los estanques estallan. A las 18:45, una segunda oleada, originada por 170 atacantes toma el relevo. El balance es desastroso; 2.403 muertos y 1178 heridos, 18 buques fuera de combate y 159 aviones destruidos.
Con pérdidas muy pequeñas, Japón lograr realizar exitosamente el ataque por sorpresa más formidable de todos los tiempos. Es un plan increíblemente audaz del almirante Isoroku Yamamoto, un ataque a 5.500 kilómetros de Japón contra la base enemiga mejor protegida de todo el Pacifico; esta "locura" ha tenido un éxito total gracias a una minuciosa preparación de la aviación y de los servicios de inteligencia.
Es verdad que la suerte ha jugado también un buen papel, al igual que la negligencia de los norteamericanos.

Sospechosas negligencias de los militares norteamericanos
En el lugar de los hechos, el general Short y el almirante Kimmel advertidos de una posible ofensiva nipona, no piensan que Pearl Harbor pueda ser el blanco escogido. Por negligencia, abandonan la vigilancia por radar y no cambian ninguna de sus rutinas; la flota regresa a la base cada fin de semana, como de costumbre. Además, los dos hombres no congenian y no intercambian información.
En Washington sucede algo similar, Se ha descifrado el código secreto de las japoneses y se sabe que preparan algo, pero los servicios de inteligencia no se coordinan entre sí, más bien tienen celos unos de otras y, sobre todo, no logran separar lo verdadero de lo falso: los japoneses se han transformado en los maestros en el arte de la desinformación. Finalmente, si bien las autoridades responsables norteamericanas no desconocen las políticas expansionistas de Japón, saben también de su debilidad económica y piensan que no tendrá la osadía de atacar directamente a los Estados Unidos.
En el peor caso si es que esta locura tentara a los japoneses, las Filipinas serían seguramente el blanco amenazado y no Pearl Harbor. Por esta razón, aun cuando el general Marshall fue informado una hora y media antes de la operación, que se preparaba un ataque inminente en contra de una base norteamericana, no previno en primer lugar a Pearl Harbor. Como todos los demás, no quiso creer en la increíble verdad.
Tantas torpezas acumuladas despiertan pronto las sospechas y, terminada la guerra, algunos partidarios del aislacionismo acusan al presidente Roosevelt de haber utilizado a la escuadra de Pearl Harbor como un cebo para atraer un ataque japonés y forzar a su país a entrar en la guerra. Y así nace la teoría de la duplicidad de Roosevelt. Los japoneses habrían caído en una trampa y la opinión pública norteamericana, reticente, habría sido enfrentada a un hecho consumado.

El mito de la provocación
En realidad, Roosevelt ya se había comprometido deliberadamente con la guerra al suministrar ayuda a Gran Bretaña, aunque para él el frente europeo era prioritario y no tenía interés alguno en participar los hechos en el Pacífico. Sin ceder ante Japón, había buscado, hasta entonces, ganar tiempo.
Por su lado, Japón había hecho lo mismo durante bastante tiempo, aunque tratando de hacer avanzar a sus peones lo más lejos posible. El gobierno nipón había firmado un pacto tripartito con Alemania e Italia, porque vio ahí el medio para proseguir su política de conquistas territoriales en China y en el sudoeste asiático así lo que buscaba era disuadir a los Estados Unidos a fin que no se opusieran a sus intereses imperialistas. Sin embargo, cuando en julio de 1941 el ejército japonés ocupó el sur de Indochina, los norteamericanos reaccionaron inmediatamente cortándoles el aprovisionamiento de petróleo. Cada uno buscaba hacer ceder al adversario sin entrar en un conflicto abierto. Japón se da cuenta que no puede lograr sus fines sin que Washington reaccione. Entonces decide precipitar los hechos, y se lanza en un conflicto que considera inevitable, empleando para ello el efecto sorpresa.
Pearl Harbor fue un éxito táctico indiscutible. Pero, más allá de eso, al provocar al gigante norteamericano, el almirante Yamamoto selló, a su pesar, el final del conflicto mundial.

Ataques por sorpresa y provocaciones Ataque sorpresivo.
Ya en febrero de 1904, el Japón Imperialista rehúsa todo entendimiento con Rusia para compartir las zonas de influencia en el Extremo Oriente y envía a su flota a atacar por sorpresa, en medio de la noche, a la flota rusa fondeada en Port-Arthur. Los japoneses aseguran así su dominio en una guerra que termina pronto, en 1905, con la derrota de Rusia, que es humillada y pasa a ser el primer país colonizador vencido por una nación no occidental.
Pretexto. En 1898, los Estados Unidos, al ver amenazados sus intereses en Cuba por los colonos españoles de la isla, toman como pretexto la explosión del acorazado Maine en la rada de La Habana para atacar a los españoles. La derrota de estos últimos provoca el fin del imperio colonial español, la independencia de Cuba y el progresivo aumento de la influencia de Estados Unidos en todo el continente americano.
Provocación. Para justificar la invasión de Polonia por el ejército alemán, los servicios especiales nazis organizan en forma minuciosa un incidente fronterizo el 31 de agosto de 1939. Hombres disfrazados con el uniforme polaco simulan atacar una estación de radio alemana en Gleiwitz para calificar enseguida la acción, con todo el peso de la propaganda hitleriana, como una provocación polaca que requiere un severo castigo.

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